Análisis preliminar de la Red Libertaria sobre la experiencia y proyecciones del Movimiento Tod@s a la Moneda

A MODO DE BALANCE:

Notas preliminares sobre la experiencia y proyecciones del Movimiento Tod@s a La Moneda

 

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Vamos caminando, aquí se respira lucha,

Vamos caminando, yo canto porque se escucha,

Vamos dibujando el camino…

Vamos caminando, aquí estamos de pie…”

Presentación

A continuación se presenta un balance preliminar sobre la apuesta libertaria en el Movimiento Tod@s a La Moneda y el escenario que se abre tras la coyuntura electoral, poniéndolo en perspectiva histórica. Pretendemos sea un aporte autocrítico y constructivo en el debate de la izquierda y el conjunto del campo popular.

Se ha prescindido en esta versión de divulgación de las referencias, notas, gráficos y citas.

1. El Chile de la postdictadura

El léxico de la postdictadura chilena se sostenía sobre una díada que aparecía inexpugnable. Esta era la simbiosis entre modelo neoliberal y democracia restringida. El modelo chileno era sindicado a mediados de los años 90’ como un ejemplo de virtud, dado que consolidaba sin grandes apremios un modelo económico basado en apuntalar índices de crecimiento macroeconómico y apertura al mercado global, con un sistema político duopólico, que convidaba a grandes acuerdos entre los bloques hegemónicos en el Parlamento. En este contexto, la política y la economía tenían reglas del juego claras y definidas, los actores institucionales ostentaban un uso responsable y republicano de sus operaciones y los grupos económicos gozaban de prebendas que hacían crecer sus arcas privadas, sin mayores niveles de regulación.

Este era el dogma del modelo chileno. Los ‘políticos profesionales’ estaban llamados a monopolizar el protagonismo de la actividad pública, relegando a la ciudadanía a un rol de actor secundario. Lo central era ‘proteger’, con una legislación ad hoc, el correcto funcionamiento de la economía, lo que conmina a los actores sociales a comprender que sus demandas tendrán que esperar, si no se quería poner en riesgo el orden democrático que tanta sangre costó recuperar. Por ende, estas cuotas de democracia había que resguardarlas, postergando sueños y necesidades para otro momento por venir. La “transición” se transformó así en una eterna sala de espera hacia la democracia futura, en una promesa idílica hacia la cual se avanzaba con gradualidad, sin arriesgar un ápice los grandes acuerdos de los bloques hegemónicos.

La política se tornó entonces predecible y las tensiones sociales eran canalizadas al ámbito intramuros de la institucionalidad, perdiendo la ciudadanía campo de acción en la arena pública. Como alternativa, el modelo contemplaba a la usanza de las “grandes democracias” la alternancia en el poder, circunscribiendo la disputa política a los grandes bloques.

Lo anterior tiene como trasfondo la conquista del ‘sentido común’, cuestión donde juega un rol fundamental la relación grupos económicos/duopolio político/medios de comunicación, los que abrazados a los poderes fácticos (iglesia, fuerzas armadas, intelectualidad, empresariado) completan la escena. La hegemonía política y económica de los poderosos, se completaba con el control unilateral de los dispositivos sociales, culturales e ideológicos.

Sin embargo, este éxito del modelo chileno incuba 2 problemas que lo tensionarán a futuro:

a) el desgaste de la coalición oficialista desde fines de los años 90’ (no olvidemos que ya el 2002 se hablaba de la ceremonia del adiós en la Concertación); y,

b) un creciente malestar ciudadano, soterrado, “privatizado”, invisible, que constataba que el “chorreo” no llegaba y que al contrario, el modelo basaba su éxito en el endeudamiento.

Esto genera la siguiente contradicción: si bien las condiciones materiales en que vive la población son objetivamente mejores que hace 20 años, medido esto en acceso a bienes de consumo o posibilidades de movilidad individual (vía estudios educación superior por ejemplo), un alto porcentaje de los salarios, se va directo a pagar deudas, créditos y préstamos, lo que en un contexto de condiciones laborales desreguladas, pone a los trabajadores en desmedro frente al capital, haciendo del miedo a perder el trabajo (por precario que este sea), un estímulo perverso para acatar y obedecer sin reparos las condiciones impuestas por el empleador. Por ende, la imposibilidad de manifestar el descontento públicamente, relega al trabajador a descargar su molestia en el campo de la frustración personal, privada, acentuándose un desapego con ‘la cosa pública’.

Este malestar se expresa episódicamente en hitos de rabia social, de desacato al orden público, de rebeldía juvenil, y también de apatía. Lo central aquí, es que se fue configurando un polo de desafección y en casos más avanzados de ruptura con el modelo establecido. Esto en un comienzo sin articular referencialidades colectivas de mayor alcance, sino que circunscritos a micro-espacios de rebeldía y autonomía social, pero donde se conjugaba una creciente politicidad y vocación ascendente de hacer sentir una nueva voz disonante frente al statu quo. Nuevos lenguajes, nuevos códigos de interacción social, nuevos esquemas de organización empiezan a decantar a inicios de los 2000. Como se ha dicho antes, el aparente silencio de los 90’, incubó una serie de experiencias y aprendizajes, que buscan un nuevo territorio, un nuevo canal de expresión de esa rebeldía.

Sin embargo este descontento soterrado, no ha tenido cauces electorales. La izquierda en postdictadura no ha gozado de buenos resultados: El año 1993, se corrió a 3 bandas: Manfred Max Neef (ecologista) obtuvo un 5,55%, Eugenio Pizarro (apoyado por el PC) un 4,70% y Cristian Reitze (PH) un 1,17%, totalizando un 11,42%; el año 1999 Gladys Marín (PC) obtuvo un 3,19%, Sara Larraín (ecologista) un 0,44% y Tomás Hirsch (PH) un 0,51%, sumando un 4,14%; el año 2005, Tomás Hirsch (PH en el Pacto Juntos Podemos) como candidato único de la izquierda alcanzó un 5,4%; y el año 2009 Jorge Arrate (Juntos Podemos) se empinó en un 6,21% y Marco Enríquez-Ominami (independiente apoyado por diferentes agrupaciones de centro-izquierda) llegó al 20,14%.         Es decir, salvo el 2009, donde la candidatura de ME-O superó el 20% de la votación, ningún candidato de la izquierda alcanzó los 2 dígitos. Tampoco hasta ahora, esas votaciones se han traducido en proyectos colectivos que sostengan una alternativa de disputa en la escena pública. Más bien la tendencia ha sido a converger, acumular, y tras la derrota electoral, desvanecerse, diluirse, para volver a empezar de cero.

Es así como la hegemonía cultural del duopolio, tiene además una expresión electoral que aparecía inquebrantable. Por ello, la alternancia en el poder que abrió paso al primer gobierno de derecha democrático desde 1958, no alteró el paisaje político y Piñera hasta se dio el lujo de ejecutar reformas que la Concertación no se atrevió a implementar en su gobierno.

Entrar por lo tanto a un terreno fangoso para la izquierda como es la arena electoral, supone tener un adecuado diagnóstico de su propia fuerza y del nivel de inserción de sus oponentes. Esto es clave, para que la experiencia no se transforme en un nuevo acto ritual. No basta con la pura voluntad y las ganas de los activistas. Se requiere fuerza social y política organizada y desplegada territorialmente.

2. Un nuevo ciclo de luchas político-sociales

Esta condición hegemónica del duopolio, empieza a agrietarse progresivamente a fines de los 90’. Se van produciendo algunos desgajamientos en el sistema de partidos, la bota militar va acotando su campo de acción, el crecimiento económico se estanca, emergen demandas de nuevos movimientos sociales y regionales y se generan algunos conflictos laborales en sectores estratégicos de la economía (sector minero, forestal, pesquero, portuario).

Pero fue sin duda la revolución pingüina del 2006, la que a nuestro juicio abre un nuevo ciclo de luchas sociales y políticas. Este movimiento social logró 2 cuestiones fundamentales que abrieron camino:

a) Conquistó la simpatía y adhesión ciudadana con sus demandas.

b) Cuestionó las bases estructurales del modelo de sociedad, más allá de las demandas ligadas estrictamente a lo educacional.

Es cierto que el movimiento estudiantil universitario desde inicios de los 90’ se venía movilizando año a año cuestionando la orientación mercantil y privatizadora del modelo, demandando nuevas fuentes de financiamiento y un rol más activo del Estado. Sin embargo, fue la revolución pingüina la que activó un programa de cambios integrales del sistema educativo y tensionó al sistema político en su conjunto, al mostrar la falta de voluntad política de los poderes del Estado para realizar transformaciones de fondo, así como su falta de capacidad para atender y resolver las demandas sociales más sentidas. Tuvo la virtud también e desnudar los conflictos de interés que tenían transversalmente los actores políticos que campeaban en el Congreso. Esta vez no fue suficiente con la invisibilización en los medios de comunicación, con la represión policial, el ninguneo a los “cabros chicos irresponsables” o la criminalización de la protesta social. Por eso decimos, que el movimiento estudiantil secundario, abrió una senda, instaló temas y horadó las bases de legitimidad del sistema político. Ese es su gran logro.

Las movilizaciones y los espacios de conflicto social se han dejado sentir con intensidad en los últimos años. Nuevamente el 2011, el movimiento estudiantil fijó un marco de reivindicaciones que cuestionó el orden imperante. La lucha por educación gratuita, pública y de calidad, empalmó con otras reivindicaciones muy sentidas: fin de las AFP, nuevo código laboral, recuperación y nacionalización de nuestros recursos naturales, reforma tributaria, redistribución de la riqueza, salud gratuita, entre otras. A esto sumamos la lucha sostenida del pueblo mapuche    y de sectores organizados en asambleas ciudadanas, movimientos regionalistas, agrupaciones de deudores habitacionales, sindicatos de cesantes y allegados, movimientos por la diversidad sexual, entre otros. Se cuestiona la sociedad del lucro, el consumo y el endeudamiento, a la larga el nicho de negocios en que se ha transformado el Chile neoliberal.

Estamos en presencia de un proceso de revitalización de la protesta social. Emerge desde las entrañas del modelo, una demanda colectiva por su transformación. La síntesis de esto, la podemos encontrar en la instalación de la bandera por una Asamblea Constituyente, otrora consigna acotada a pequeños sectores, que hoy se ha puesto en el tapete público como una cuestión a considerar. La necesidad de refundar nuestra institucionalidad y modelo de relaciones políticas, económicas y sociales está presente. Su fuente constituyente y de legitimidad ha sido la movilización social. Un hito en este proceso, fue la jornada de movilizaciones y protesta multisectorial impulsada el 26 de junio del 2013 por la CONFECH junto a sindicatos de trabajadores portuarios y mineros.

No obstante la apertura de un nuevo ciclo de movilizaciones, no garantiza la superación del actual orden de cosas. El modelo en cuestión, tiene la capacidad suficiente para resistir los embates ciudadanos, integrar, ajustar y continuar operando sin reestructurar aspectos fundamentales. En ese marco se inscribe el proyecto de la Nueva Mayoría, que viene a plantear 2 objetivos estratégicos:

a) Abrir un proceso de modernización del capitalismo chileno, incorporando ciertas políticas redistributivas, que no alteren el rumbo de la economía en sus líneas gruesas

b) Cerrar el ciclo político de conflictividad social, trasladando la resolución de las demandas sociales al campo institucional (Gobierno, Parlamento y sistema de partidos). Para ello el PC es clave, dada su presencia en gremios y federaciones estudiantiles. Se insiste desde la NM en señalar que con el gobierno de Michelle Bachelet se abre un nuevo ciclo político. A eso adhieren incluso sectores de derecha, la banca y el gran empresariado, que abogan porque un gobierno de la NM, aquiete las aguas y reedite en versión 2.0 la política de los acuerdos de inicios de los 90’.

Sabemos que los meses que siguen son claves como escenario de disputa. Por un lado desde el gobierno de la NM se buscará cerrar el ciclo de conflictos abierto el 2006, a partir del ajuste de ciertas piezas del modelo, sin tocar la estantería completa; y por nuestro lado, está el desafío latente de mantener en alto las banderas y demandas que los movimientos sociales, desde la calle han instalado en la esfera pública.

La cuestión es compleja, pues conocemos los dispositivos que utiliza la vieja Concertación para allegar agua a su molino y cooptar actores sociales y políticos con niveles de inserción en el campo popular. Ya lo vivimos en los 90’ y esto será agudizado con el ingreso del PC al gobierno. Si a eso sumamos, la fragmentación e inmadurez orgánica de la izquierda y sus organizaciones, el escenario obliga a actuar con responsabilidad histórica y superar esta pendiente cuesta arriba.

3. La experiencia del Movimiento Tod@s a La Moneda

Nuestro apoyo, desde la Red Libertaria, al candidato presidencial del Movimiento Tod@s a La Moneda Marcel Claude, se inscribió en un conjunto de definiciones estratégicas, que apuntan a fortalecer los espacios de convergencia de la izquierda de intención revolucionaria, en pos de propiciar un proceso de ruptura democrática con el actual orden de cosas. De este modo, nos incorporamos activamente a la construcción de un movimiento social y ciudadano, de gran amplitud política y transversalidad ideológica, que promoviera, desde la plataforma que otorga una candidatura presidencial, un proceso estratégico de movilización y politización popular.

Nuestra apuesta buscó instalar la idea de que el modelo no admite reformas fragmentadas, sino que es necesario abrir y sostener un ciclo de movilizaciones y politización, que empuje transformaciones de corte radical al modelo en curso. De ahí que nuestro mayor interés estuvo dado por perfilar una estrategia de ruptura, en la cual la candidatura presidencial promovería la idea de que no bastaba con elegir a un nuevo presidente, sino que se hacía imprescindible el ensanchamiento de espacios de politización y protagonismo social para lograr las anheladas transformaciones señaladas en el Programa del TALM. En ese contexto, nos pareció fundamental que la candidatura fuese un portavoz y genuina expresión de la voluntad constituyente, cuyo eje está dado por una profunda radicalidad democrática, superando la lógica que delega en el representante de turno la soberanía popular.

En esta coyuntura eleccionaria, era necesario ofrecer una alternativa política que dispute espacios a las fuerzas duopólicas empeñadas en aggiornar el modelo. Estimamos que dado que en Chile en los últimos años, se ha transitado ‘desde’ movilizaciones sectoriales ‘hacia’ protestas sociales transversales de alta masividad, con amplia convocatoria y adhesión ciudadana y que la crítica social al modelo hoy tiene visibilidad pública, dejando de ser ‘una manifestación privada’, la izquierda de intención revolucionaria no podía permanecer al margen. Es nuestra lectura del período y nuestra estrategia para afrontarlo, la que fundamentó y justificó nuestra apuesta electoral.

Nuestra convicción, estratégica y programática, asumía que en contextos electorales la politización se agudiza y por tanto había que blindar por la izquierda el Programa de transformaciones estructurales, que pone de relieve la defensa de nuestros derechos sociales y evitar así que sea cooptado por los cantos de sirena del reformismo bacheletista. La candidatura de Claude instaló con éxito, la necesidad de construir una ‘sociedad de derechos’ que supere la ‘sociedad del abuso y el lucro’.

Si bien existían al momento de nuestras definiciones otras candidaturas que coincidían con nuestro diagnóstico, como las de Roxana Miranda o incluso Gustavo Ruz (que finalmente no llegó a puerto), nos plegamos al Tod@s a La Moneda porque consideramos que este Movimiento expresaba en sí, la convergencia    de   diversas      tradiciones,  identidades y  organizaciones   políticas  y  ciudadanos independientes en pro de impulsar un conjunto de transformaciones en la esfera política, económica y social. A diferencia de las candidaturas de Roxana Miranda o la de Gustavo Ruz, no nos convocan apuestas en esencia testimoniales, candidaturas de nicho, que buscan solo visibilizar la existencia de un actor, sin proponerse la gestación de una alternativa de disputa, con vocación de mayoría, de unidad y de poder.

No obstante ello, desde la Red Libertaria, cuestión que consta a todos los actores involucrados, hicimos todos los esfuerzos tanto en la interna del TALM como en las bilaterales formales con el Partido Igualdad para converger en una candidatura única. Creemos que faltó (en Igualdad y algunos sectores del TALM) una lectura más asertiva del escenario al que nos enfrentábamos, más allá de la suma de votos, y de la necesidad de encarar unitariamente los desafíos de la política y la disputa con los poderosos.

Al alero de la campaña del TALM, se activaron de manera autoconvocada la mayor parte de las veces, comités territoriales a nivel nacional, donde confluyeron militantes de organizaciones e independientes. Esta diversidad de fuerzas, transformó al Movimiento Tod@s a La Moneda en una polifonía que abría posibilidades de llegar a amplios sectores de la población. Sin embargo, es claro que la campaña nunca logró salir del estrecho margen del activismo social ligado a un “discurso de trinchera”, limitando su potencial y crecimiento.

Lo ocurrido el 17/N es una derrota electoral. Ella como toda derrota, tiene múltiples causas y responsables. No creemos en las fatalidades de la historia y por ende examinaremos las que en nuestra lectura son las causas fundamentales.

4. Fracaso electoral: encarar la derrota sin eufemismos, es el primer paso para ponerse de pie

Nos hemos tomado unos días para hacer esta reflexión en frío. Vemos con satisfacción que las lecturas y balances compartidos por compañer@s y organizaciones del TALM hasta ahora, no eluden la necesaria autocrítica. Nadie le hace el quite a calificar de fracaso o derrota los resultados del 17/N. Eso es bueno, pues no se cae en al autoengaño y la autocomplacencia. Sin embargo, como todo hito histórico, hay que ponerlo en la perspectiva del tiempo, los actores y las fuerzas en pugna.

La votación del 2,8% está muy por debajo de las expectativas, inclusive las más pesimistas. Era evidente que la candidatura venía bajando en las últimas semanas, desviándose apoyos hacia Marco Enríquez-Ominami, Alfredo Sfeir y Roxana Miranda. No obstante ello, bajar el umbral del 3% lo transforma sin eufemismos en un fracaso electoral. Es un fracaso electoral, pues la perspectiva estaba en superar el tono testimonial y lamentablemente Claude quedó relegado al lote de “candidatos chicos”.

Claude tuvo un mejor comportamiento electoral (sin descollar) en algunos centros urbanos con tradición universitaria (Valdivia, Valparaíso, en menor medida Concepción). Lo mismo ocurrió en algunas comunas de la RM (Santiago Centro). No obstante, nunca superó la brecha de acercamiento con los sectores populares. Ahí prácticamente no existió. El candidato insistió hasta el final en ser el “representante” del movimiento estudiantil, lo que constituye un severo error.

A nuestro juicio las causas de la derrota son múltiples y enumeraremos las que a nuestro parecer tienen una mayor incidencia. Nos centraremos en los factores endógenos, pues no tiene mucho sentido apuntar a variables que escapan a nuestro control (como el rol que juegan los medios de comunicación por ejemplo) ya que consideramos, que esos elementos deben ser contemplados como parte de la escena y no quejarse ex post de un accionar absolutamente predecible.

a) Estrategia de campaña:

Nunca se ejecutó una estrategia de campaña de alcance nacional. Más allá de las buenas intenciones, los esfuerzos y escaramuzas particulares, la campaña fue presa de un conjunto de improvisaciones, predominaron las actividades emergentes y no se ordenó un diseño por todos compartido, que fuera puesto en curso y evaluación. El candidato delegó la tarea en un equipo muy pequeño, inexperto, con débiles y poco fluidas conexiones políticas y territoriales.

No nos interesa en este texto personalizar responsabilidades (que por cierto las hay), sino atender a que sin un diseño de campaña formalizado, un modelo de gestión racional y además avalado políticamente, el resultado está a la vista. Así, el éxito o fracaso de determinadas actividades quedaba delegado al azar y no era producto natural del buen trabajo planificado y desplegado.

En la misma línea, los comandos autoconvocados fueron un potencial al inicio, pero nunca lograron organicidad. Muchos se fueron desencantando y dejaron de hacer campaña varios meses antes de la elección. Por otro lado, el hecho de que la campaña surgiera espontáneamente en los territorios y redes sociales, antes de la existencia de una Mesa Política o un Comando Nacional, alimentó esta tensión entre los espacios autoconvocados y quienes aspiraban a dar organicidad nacional, cuestión que por cierto nunca lograron.

b) Debilidades políticas e inmadurez orgánica

Las organizaciones plegadas al TALM, conformaron el más amplio espectro ideológico e identitario de la izquierda. Sin embargo, la suma de sus partes nos remite a 2 problemas que fueron insoslayables. Por un lado, se evidenció un bajo nivel de madurez orgánico. Es decir, la densidad del debate político no alcanzó a dimensionar la magnitud del proceso en curso, privilegiando tensiones, marginaciones, discusiones formales y accesorias la mayor parte de las veces, por sobre anteponer acuerdos globales que permitieran operar políticamente; y por otro lado, las organizaciones políticas cuentan con un bajo nivel de basificación militante, por lo que sus reales capacidades para el despliegue territorial eran limitadas.

Estos niveles de inmadurez orgánica, llevaron a perder de vista el cuidado de los equilibrios políticos internos, tan necesarios en un espacio de convergencia.

c)     El candidato

Como todo sujeto, Marcel Claude tiene luces y sombras. Avalado por una dilatada trayectoria como economista de cuño crítico ligado a luchas ecologistas y sociales variadas, concitó en su candidatura un importante caudal de apoyo. Sin duda, entre los puntos altos están la convocatoria lograda en algunos recintos universitarios y su participación en el Programa de CHV Tolerancia 0. A nuestro juicio, entre abril y junio, alcanza un importante grado de figuración y destaca como un candidato emergente, con potencial electoral y un discurso capaz de internalizar las demandas sociales existentes.

La candidatura se hizo parte de la necesidad de impulsar    una asamblea constituyente, educación gratuita, salud gratuita, nuevo Código Laboral, fin de las AFP, renacionalización del cobre y de nuestros recursos naturales, entre otras materias, presentando estas reivindicaciones como una cuestión no solo necesaria, sino también posible y viable.

Sin embargo, este potencial nunca explotó. En la medida que aumentaban los niveles de exposición del candidato (entrevistas en medios de comunicación, foros, debates, franja), se fueron desnudando carencias discursivas y ausencia de ciertos énfasis. Esto que se podría haber subsanado con distintos espacios y mecanismos de apoyo, no se concretó dadas las dificultades para construir equipos de trabajo, desde los cuales se fueran diseñando, evaluando críticamente e implementando ciertos ajustes al itinerario de campaña. Aquí explotó una variable no menor que fue la carencia de espacios colectivos de trabajo con el candidato y su exacerbado personalismo. Constituyó solo equipos con personalidades afines, que le eran funcionales en la preparación de notas e insumos, pero que no le discutían sus ideas-fuerza, ni la puesta en escena de ella. A medida que la exposición pública fue subiendo, fue perdiendo adhesión, fruto de malas entrevistas en prensa, radio y TV.

Ello junto con los conflictos que el propio candidato y su equipo de confianza, abrió con organizaciones políticas, dirigentes y comandos locales, alimentó la desafección y desencanto. Lamentablemente ellos se han prolongado una vez finalizada la campaña, sosteniendo un público conflicto con su equipo de franja.

Su participación en los debates y entrevistas finales no tuvieron el impacto esperado. Cuando una variable a alterar, era el bajo nivel de conocimiento que la población tenía del candidato, los debates, entrevistas en TV y franja jugarían un rol clave. Sin embargo, esto no se capitalizó de manera adecuada. Por el contrario, se consideraba          un logro que el candidato no fuera víctima de su ímpetu y no evidenciara molestia o se enfrascara con el periodista de turno. Construyó una imagen poco dialogante y propositiva, permitiendo que sus detractores lo caricaturizaran con facilidad. Si bien no es posible medir esto estadísticamente, es evidente que en los últimos 2 meses Marcel fue “una máquina para perder votos” (como dijo una periodista radial). Todos tenemos en nuestro entorno gente que estando dispuesta a votar por el, finalmente se inclinaron por Roxana, Marco o Sfeir.

5. Nuestra apuesta en lo electoral.

Nuestra apuesta en lo electoral la evaluamos en 2 claves: por un lado, es positiva por cuanto nos permitió articularnos en un trabajo con otras fuerzas políticas a nivel nacional y regional, con las cuales construimos aprendizajes colectivos y muchas de las cuales también por primera vez participaban de un proceso de este tipo; por otro lado, somos críticos de nuestro propio despliegue y nuestra incapacidad operativa para lograr incidir de manera efectiva en el curso de la campaña. Nuestros debates internos, impidieron plegarnos con más fuerza y de manera oportuna a las tareas atingentes a ello.

Así, nuestro campo de acción se vio reducido a cuidar la estructura de convergencia que se iba construyendo y perfilar un sello estratégico con acento en las demandas del campo social y popular como eje discursivo.

Dicho esto, desde el 17/N desde la Red Libertaria se ha apostado por el fortalecimiento de los espacios de discusión y deliberación colectivos y democráticos. En ese marco nos declaramos en libertad para acometer las acciones y vinculaciones que estimemos pertinentes en pos de la construcción de una fuerza social y política que se constituya en alternativa de disputa para el campo popular. Así, le deseamos éxito al compañero Marcel Claude en las tareas e iniciativas que el emprenda, junto a quienes legítimamente decidan seguirlo.

No está demás decir, que en 2da vuelta nuestra posición será la abstención, pero no nos parece gravitante en esta hora desarrollar una campaña en pos de ella.

Nos parece relevante dar una discusión más profunda sobre la función de las candidaturas parlamentarias y CORES. Nuestra posición fue no llevar candidatos, pues estimamos que es estéril apostar por la vía parlamentaria para acometer el proceso de cambios que se requiere impulsar desde nuestro sector. No obstante ello, saludamos en su minuto a las candidaturas, que desde dentro y fuera del TALM emergieron desde la lucha social. Nos parece que ese es el camino para la construcción futura de liderazgos locales.

Así, estimamos meritoria y significativa la tarea emprendida por Víctor Bahamondes en Chiloé, Sebastián Farfán en Valparaíso, Luis Soto en Petorca, Claudia Torres en Aysén, Gabriel Boric en Punta Arenas. Francisco Figueroa en Ñuñoa-Providencia, quienes levantaron liderazgos sociales locales por fuera del duopolio.

6. Lo que se viene

Una justa electoral se evalúa en función de los resultados. En ese plano, claramente se perdió. Pero también una lectura más compleja nos permite evaluar el acumulado social y político que se articuló en torno a este proceso. En esa línea se identifican algunos aprendizajes y experiencias, todavía muy incipientes:

–     Existe un alto porcentaje de la población que no se siente convocado por el duopolio. Contra todo pronóstico, la NM no arrasó en la 1ra vuelta. Pero debemos trabajar duro para convertirnos en una alternativa para nuestro pueblo. Este trabajo no admite atajos, apuros ni caudillos. Es trabajo de hormiga, de construcción en condiciones adversas, pero en pos de constituirnos en una fuerza con vocación de poder.

–     La izquierda de intención revolucionaria debe apostar por la unidad. No es posible ser alternativa de disputa, con el nivel de fragmentación evidenciado en la pasada elección. Esta unidad, no es solo electoral, debe situarse en el plano estratégico y programático.

–     Dicha unidad debe atender a nuestras diversas identidades, culturas, modelos orgánicos que cohabitan en el amplio campo de la izquierda. Ello implica poner nuestras experiencias y construcciones al servicio de un proceso histórico mayor con generosidad y apertura. Solo así aislaremos en los hechos las malas prácticas que persisten en potenciar nuestras divergencias y superaremos posturas binarias y falsas dicotomías que aún afectan nuestras construcciones: lo social v/s lo político, los militantes v/s los independientes, los partidos v/s los movimientos, potenciar el trabajo de base v/s participar de las elecciones.

El triunfo de la NM nos pone tarea difícil. La incorporación de dirigentes sociales militantes del duopolio al Parlamento también. Esto pues el establishment buscará blindar los debates al interior de la arena institucional, donde nosotros no estamos. Nos queda por tanto la tarea fundamental, cual es mantener viva la organización y movilización social, en aras de sostener el ciclo de luchas sociales y políticas.

Creemos que si bien existen mayorías relativas en el Congreso a favor de la NM, sus tensiones internas prevalecerán y no darán paso al cumplimiento de las expectativas populares. En ese marco, hay que estar de pie para afrontar una agudización de un proceso de descontento social, que explore alternativas para salir de la crisis política que se puede abrir en un par de años más. Bachelet, cual balón de oxígeno para el modelo, tiene plazos acotados para dar cumplimiento a las expectativas. De no hacerlo, el establishment adolece (por ahora) de figuras que le garanticen la tranquilidad del orden.

Nuestra apuesta estratégica es la construcción de un Movimiento Político y Social Amplio (MPSA). Esto implica iniciar un proceso de convergencia político-estratégica de las fuerzas políticas y sociales que están tanto dentro de TALM como fuera. La discusión aquí por tanto es proyectual, sobre lo que queremos construir. Por ende llamamos a superar progresivamente el TALM, a través de un diálogo estratégico en el seno de la izquierda y sus organizaciones.

Este MPSA se debe expresar en perspectiva de ruptura con el orden establecido, fortaleciendo la organización de base, territorial al mismo tiempo que apostando por la construcción de un movimiento de masas, que incida en la agenda pública.

Se debe fortalecer los espacios organizados: Comités Comunales, Frentes Sociales, Organizaciones Políticas; lo mismo para los espacios de comunicación: redes sociales, web, prensa escrita. En esta línea es importante fortalecer un Frente de Trabajadores, Profesionales e Intelectuales, a la usanza de la

Asamblea de 1925, que organice y unifique las luchas sectoriales. Fortalecer también las organizaciones del movimiento estudiantil, así como las asambleas ciudadanas territoriales.

Debemos confiar y apostar por los procesos de construcción colectivas. Nuestra experiencia en espacios de convergencia, en el plano sindical y estudiantil, eso nos dice. El campo popular ha desarrollado experiencias y aprendizajes por fuera del sistema dominante, apropiándose de nuevos códigos y prácticas políticas tales como la democracia de base, la generación de redes horizontales, el fortalecimiento de la participación, etc. Debemos integrar estas prácticas y aprendizajes en nuestros esquemas de construcción política.

Por otro lado, la derecha ha ido perdiendo franjas de hegemonía cultural (ver última Encuesta CEP), y ya no sostiene su imperio sobre el ‘sentido común’. Además ha desperdiciado su oportunidad de gobernar, diluyéndose como alternativa. A su vez, la Concertación aggiornada (aumentada y corregida), vive subsidiada por el fenómeno Bachelet. Ha tenido que recoger nuevos agentes (PC, ex dirigentes sociales) e ideario proveniente del campo de la lucha social para apuntalar al nuevo gobierno. Está claro que se está vistiendo con ropaje ajeno y esperamos que eso quede pronto en evidencia, en la medida que surjan las tensiones en el futuro bloque oficialista.

Dicho esto, cabe señalar que la estructura de oportunidades que se abre en un contexto de crisis política, posibilita la construcción de una alternativa capaz de disputar el poder. Se requiere que esta fuerza social popular sintetice las aspiraciones de lucha, las tradiciones y experiencias constituyentes y reconstruya el diálogo y sinergia entre la movilización social popular (única fuente de presión) y la capacidad de incidir en la arena institucional. Dejemos de ver esto como campos antagónicos, binarios, excluyentes el uno del otro.

A este proceso denominamos “ruptura democrática”, porque señala un camino, una ruta refundacional. Ya no se trata de “reformar” el actual orden de cosas, sino de superarlo y transformarlo de modo radical.

Para ello se requiere un proceso amplio de convergencia estratégica de las fuerzas organizadas del campo popular, que permita “empujar desde un movimiento de masas”, transformaciones profundas, darle seguimiento y continuidad a esas luchas impidiendo el cierre del ciclo de conflictividad. El mantener abierto el ciclo de luchas, es en efecto la forma de propiciar una situación de ingobernabilidad, desgajar las fuentes de legitimidad y credibilidad del statu quo, profundizando la grieta entre las elites gobernantes y la sociedad.

La ruptura democrática no es un lugar ni un momento. Es un proceso histórico. Es una coyuntura en movimiento, que genera, a partir de la incidencia del campo popular, sus actores, organizaciones y programa de reivindicaciones, una nueva realidad.

El despliegue de esta estrategia demanda una articulación multisectorial, pues las fuerzas productivas en movimiento, deben tensar los esquemas macroeconómicos. En el plano programático nuestras banderas siguen vigentes: asamblea constituyente, educación gratuita, salud gratuita, fin de las AFP, nuevo código laboral, recuperación de nuestros recursos naturales. Por ende, nuestra derrota no es programática ni estratégica, es electoral. De ahí que el campo de disputa sigue abierto y si queremos ser una fuerza que incida en el escenario político que se abre, debemos trabajar con más fuerza, más unidad y más responsabilidad histórica.

¡¡¡Arriba l@s que luchan!!!

Domingo 8 de diciembre de 2013

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