Este artículo tiene como objetivo dar a conocer los principales abordajes temáticos que ha tenido el estudio sobre el sindicalismo Chileno en estos últimos veinte años. Por lo tanto, priorizará, especialmente, los ejes temáticos que desde diferentes disciplinas han buscado un acercamiento al estudio del sindicalismo. En la primera parte del artículo se utilizará el modelo explicativo, proveniente de la sociología del trabajo, que elaboró Francisco Zapata en la década de los setenta. El autor construyó, durante diversos artículos, una periodización que abordó tres grandes transformaciones en los estudios del sindicalismo latinoamericano durante la segunda mitad siglo XIX hasta la década de los ochenta. En la segunda parte, se hará un análisis de los ejes temáticos y analíticos que se desprenden de la literatura especializada para el caso chileno, específicamente desde la década de los noventa. Y por último, a modo de conclusión, se elaborará una lista tentativa de los temas que han sido pocos abordados.
1. Estudio del sindicalismo Latinoamericano
El estudio sobre el sindicalismo ha sido de interés para diferentes disciplinas, como la Historia, la Economía y recientemente el Derecho, sin embargo, ninguna como la “sociología del trabajo” ha sido capaz de crear un campo disciplinario específico de estudio, con presencia académica, con un cuerpo de investigadores que lo ha desarrollado como una especialidad profesional. Su objeto de estudio, a pesar de tener como punto fijo el trabajo, ha sido la explicación de los fenómenos del trabajo en contexto de cambio social. A partir de este enfoque, como se mencionó anteriormente, utilizaré el modelo explicativo histórico de F. Zapata para el caso Latinoamericano. Cabe señalar que el autor buscaba realizar una “historiografía” de la disciplina de la cual fue fundador, la sociología del trabajo. Por lo tanto, su modelo se ciñe a la búsqueda de una historia de la disciplina como tal, en otras palabras, crear memoria sobre el origen y desarrollo de la sociología del trabajo, y con ello diferenciarla de otras disciplinas que compartían –en parte–, como la Historia y la Economía, su objeto de estudio: el trabajo, el trabajador y la organización de estos.
El primer periodo el autor lo denomina “de ideólogos y militantes”. Los pensadores más representativos de esta etapa fueron Mariátegui 1928, Jobet 1955, Ramírez Necochea 1956, Segal 1953 y Lora 1967. El propósito era mostrar el proceso mediante el cual se construiría un actor social a partir de la penetración del capital extranjero, de la crisis del sistema de dominación oligárquico y de la industrialización por sustitución de importaciones (Zapata 1985:17). Sin embargo, existía una atención desmesurada en los aspectos políticos e históricos, “la formación de la clase obrera se ve sólo como parte de la evolución política de la sociedad”, por lo tanto subordinada a los partidos y al Estado. Había un evolucionismo implícito que negaba la autonomía del sindicato como sujeto social. Este no era autónomo como objeto de estudio, sino que se le estudiaba en relación de subordinación al Estado.
En la década de los cincuenta, para el autor, existe un cambio el estudio del sindicalismo, que sintetiza de la “ideología a la estructura”. “La lógica central de esta perspectiva consiste en ir más allá de un visión puramente histórica para incluir consideraciones estructurales” (Zapata, 2006: 372). En el periodo de posguerra, se consideró que en la formación de la clase obrera no solo incidían la evolución política, sino también la organización de trabajo, de la producción, de la migración y de las condiciones espaciales específicas que prevalecían en la actividad industrial (Zapata, 2000: 372-373). En este periodo la sociología del trabajo nace muy vinculada a la sociología del desarrollo, “la temática básica de la sociología de post-guerra puede ser caracterizada como la transición de una sociedad agraria y tradicional a un sociedad urbana e industrial” (Abramo, Montero, 2000: 77). Se menciona que los temas estaban fuertemente marcados por el paradigma Cepaliano o compartían las mismas influencias teóricas básicas con las teorías del desarrollo. Lo que se trataba de discutir eran las condiciones de surgimiento de una clase trabajadora adecuada a ese proceso de modernización; la gran pregunta académica y política que se hacían los estudiosos del trabajo y los trabajadores durante esta época era, qué capacidad tendrían nuestras sociedades de “producir un clase trabajadora adecuada a ese proyecto de cambio social, tanto en actitudes, comportamiento, valores, como en sus formas de expresión social (sindicato) y político (partidos)” (Abramo, Montero, 2000: 79). En consecuencia, los estudios de esta época se caracterizaron por tener una fuerte preocupación por la investigación empírica; unos se dirigieron a la fábrica, para comprender las relaciones de trabajo, y otros a los sindicatos, para estudiar las relaciones políticas con el Estado y los partidos.
El problema del enfoque estructural fue la persistente búsqueda del tipo ideal de clase trabajadora –como expresión, organización, presencia social y política– en las características de la estructura de la sociedad, especialmente en las características estructurales del proceso industrializador. Debido a los problemas de los procesos de industrialización en los diferentes países latinoamericanos, la imagen ideal del trabajador nunca fue alcanzada, había una incapacidad de producir sujetos sociales típicos de las sociedades modernas (Abramo, Montero, 2000: 80). En otras palabras, “la imagen de la clase trabajadora que se hace paradigmática representa, por lo tanto, un sujeto definido por su negatividad, o sea por la falta de un identidad social y política colectiva, la falta de una racionalidad coherente con su posición objetiva en el proceso de producción” (Abramo Montero, 2000: 81).
El enfoque sociológico fundacional consiguió:
– dejar a un lado el enfoque histórico aún primordialmente estructural: la acción sindical no solo responde a la evolución política sino también a causas como la Org. del trabajo, de la producción, del origen rural, de la naturaleza de la urbanización, del desarrollo industrial.
– ligar modernización con procesos políticos.
– identificar actores que intervinieron en la formación de una clase obrera.
– modos de articulación del sindicalismo, no solo con Estado sino con instancias administrativas.
Durante los setenta y ochenta, debido a las “trasformaciones” de los diferentes regímenes políticos en los países latinoamericanos, como menciona Bayle, las ciencias sociales en general sufrieron un quiebre respecto al intenso desarrollo que venían experimentando, específicamente en el caso chileno; instituciones como CEPAL, FLACSO, UNESCO y otras tantas que desarrollaban un sostenido impulso investigativo en la universidad pública se vieron fuertemente interrumpidas (Bayle, 2008: 52). Bajo el proceso de re-ubicación de investigadores, tras el golpe de 1973, la CLACSO jugó un papel fundamental, “pudo movilizar recursos humanos y materiales que se encontraba en una red de institucionales internacionales y filantrópicas que lo hacían portador de un capital específico, vital para la coyuntura” (Bayle, 2008: 52- 53). Bajo ese escenario, que afectó posteriormente a toda Latinoamérica con golpes de Estado, en Argentina y Uruguay las ciencias sociales pudieron –de a poco– reconstruir conocimiento social. Sin embargo, las ciencias sociales en general, a pesar de los esfuerzos de reubicación de investigadores dentro de la región, vivieron un profundo proceso de “desinstitucionalización”.
Bajo ese contexto, la academia especializada en el trabajo le dio paso a otro tipo de reflexiones, más centradas en la “agencia” de los actores sociales en el contexto político. La polarización predominante, que en la época anterior era rural-industrial –tradicional versus urbano–, pasó a centrarse en el binomio dictadura-democracia, produciendo una ruptura en el paradigma estructural-determinista; “un elemento central de esta ruptura es la crítica al paradigma que postulaba al Estado como campo fundamental de constitución de las clases sociales” (Abramo, Montero, 2006: 82). Se vuelca el interés en el campo de acción de los sujetos sociales, importando la contingencia política del contexto. El interés se centró en la relación entre Estado y movimiento obrero, así como en la importancia de la acción obrera en algunos sectores económicos específicos. En ese sentido, los temas que imperaron en las investigaciones fueron el conflicto laboral y las huelgas (Zapata, 2000: 381). En definitiva, qué rol debían jugar los sindicatos en contexto de dictadura y crisis del régimen político.
Se observa un cambio temático importante, que centra su mirada en la capacidad de agencia del sindicato. Para el caso chileno, algunos estudios representativos de este enfoque son los de Eugenio Tironi y Javier Martínez (1985): Las clases sociales en Chile. Cambios y estratificación 1970-1985; La clase obrera en el nuevo estilo de desarrollo: un enfoque estructural. En Chile 1973-1980. Revista mexicana de sociología. FLACSO. Y el trabajo de Guillermo Campero y José Valenzuela (1984), El movimiento sindical en el Régimen Militar chileno. 1973-1981, ILET, Santiago de Chile. Una forma interesante de recopilación de trabajos empíricos y teóricos fue realizada por CLACSO: bajo la comisión de movimientos laborales se editó en 1985 el compendio El sindicalismo latinoamericano en los ochentas. Una década más tarde, bajo la dirección de Lais Abramo y Alberto Cuevas, se edita nuevamente un texto síntesis: El Sindicalismo latinoamericano en los noventas. Ambos en la biblioteca virtual de CLACSO.
Bajo la crisis de paradigma estructuralista, la sociología del trabajo propone:
– Importancia de la contingencia, no tanto la estructura ni la determinación histórica de esta.
– Relación entre Estado y sindicalismo.
– Vinculación de clase obrera con la evolución política.
– Tanto factores estructurales como coyuntura/espontaneidad determinan el conflicto.
– Comportamiento político de la clase obrera.
– Deterioro de la condición obrera junto a la toma de conciencia por parte de los obreros calificados refuerzan la aparición de nuevos liderazgos sindicales; crear un sindicalismo original. (Ej.: Brasil).
– Influencia de un enfoque centrado en el redescubrimiento de los actores sociales y su relación con el Estado, mediada por sus organizaciones colectivas, como los partidos y sindicatos.
– Diálogo académico interdisciplinario.
– Análisis de las prácticas de los trabajadores gana estatuto teórico, sustituyendo las razones de naturaleza estructural en la explicación de la actuación de la clase trabajadora.
2. Estudio sobre el sindicalismo chileno, a partir de los noventa:
En los noventa, en el caso Chileno se observan nuevos enfoques analíticos que vuelcan su interés en comprender el proceso de descomposición que sufrió el sindicalismo y todos aquellos diversos actores que jugaron un papel histórico en la vida política del país. Lo que comienza a preocupar, a fines de los ochenta, “son los procesos de ajuste estructural y de globalización de la economía a escala internacional y sus impactos sobre la situación del trabajo” (Abramo, Montero; 2000: 67).
En sintonía a esos cambios, las diferentes disciplinas como la Historia, de la mano de la “Nueva Historia social”, volcarán su interés ya no en el sujeto “obrero/trabajador”, sino en el sujeto “popular”; “las transformaciones estructurales que impusiera la dictadura de Pinochet y el neoliberalismo habrían debilitado de tal manera las estructuras sindicales, habrían fragmentado tanto a la clase obrera, que hoy ‘la identidad de poblador [sería] más importante que la de trabajador’ […] El trabajo aparece ahora como una categoría secundaria” (Trotskysta, 2007: 2). Sin embargo, se destacan desde esta disciplina los trabajos de Julio Pinto Vallejo, los que buscan una relectura de la construcción de la conciencia obrera; (1990) “La transición laboral en el norte salitrero: la Provincia de Tarapacá y los orígenes del proletariado en Chile 1870-1890“. Revista Historia N°25, Santiago; (1997) “¿Cuestión social o cuestión política? La lenta politización de la sociedad popular tarapaqueña hacia el fin de siglo (1889-1900)“. Revista Historia Nº30, Santiago. En la década posterior, los trabajos de Verónica Valdivia de Órtiz (1999, 2003), Sergio Grez (2001, 2007), Pablo Altarzar (2000,2003, 2006) reposicionan al sujeto obrero en sus estudios.
Frente a este “desolador” panorama, surgen diferentes espacios de producción intelectual que buscaban explicaciones a los cambios en las condiciones del trabajo en general y del sindicato en particular. Estos espacios de estudio coinciden en su mayoría con un discurso de crisis y pesimismo sobre el presente y futuro de la organización colectiva de los trabajadores. Surge toda una nueva epistemología, que era ajena a los estudios anteriores sobre el trabajo, pero que desde esa época hasta ahora se vuelven “jerga” de la academia multidisciplinaria. Se comienzan a utilizar nuevos términos, por ejemplo, flexibilidad laboral, sub-contratación, precarización del empleo, etc.
A continuación, a diferencia de lo propuesto anteriormente, se abordarán ejes temáticos y núcleos de estudio, mas no análisis desde una escuela teórica específica.
Un tema articulador fue la “transición democrática”. En relación a este tema, la ONG Programa Economía y Trabajo (PET), durante la dictadura y posteriormente a ella, produjo diversos trabajos empíricos y teóricos que buscaban reconstruir un panorama general sobre las nuevas condiciones del trabajo y cómo el nuevo régimen político dictatorial afectaba ese proceso. En su revista, que hoy ya no existe, se destacaron los trabajos de Patricio Frías (1991) “Desafíos de renovación sindical”; (1993) “Movimiento sindical y transición a la democracia”; (1996) “Sindicatos en la transición: en la búsqueda de una nueva identidad”. Otro tema que se vuelve central son las “nuevas formas organizativas que adquiere el sindicalismo”, se estudian las nuevas prácticas laborales y de organización que comienzan a posicionarse dentro del sindicalismo. Entre los autores se destaca Pablo Guerra (1995) “Participación sindical: ¿Hacia un nuevo perfil del sindicalizado?”.
Desde mediados de los noventa hasta ahora, el Estado, con todo lo que ello significa –léase sesgo ideológico y acomodación de investigaciones a favor de leyes laborales– ha promovido diversos estudios sobre las problemáticas de los nuevos escenarios del trabajo y los espacios del sindicalismo. Sus temas han variado, destacándose en los noventa, en relación a las inquietudes que impregnaron a las ciencias sociales en general, los efectos del neoliberalismo en la Economía y en las relaciones del trabajo y la empresa. Por medio de sus cuadernos de investigación, el Departamento de Estudios de la Dirección del Trabajo, perteneciente al Ministerio del Trabajo, ha publicado sistemáticamente investigaciones desde diferentes enfoques disciplinarios. Entre las investigaciones pertenecientes a ese centro de investigación se destacan los de Malva Espinosa, (1997) “Sindicalismo en la empresa moderna: ni ocaso ni crisis terminal” (Nº4); (1998) en co-autoría con Hugo Yanes “Sindicalismo en Chile: un actor que sobrevive contra viento y marea” (N° 8), Pablo Morris (1998) “Sindicatos en receso: la otra cara de la estabilidad sindical”. Para la década posterior, hay estudios sintéticos que posicionan como tema central “la sub-contratación como patología laboral”, entre los trabajos que se destacan están los de Thelma Gálvez, (2001) “Para recalificar el empleo: lo clásico y lo nuevo“ (Nº14) y Helia Henríquez, Verónica Riquelme, Thelma Gálvez y Gabriela Morales (2006) “Lejos del trabajo decente: El empleo desprotegido en Chile” Cuaderno de Investigación (Nº30).
Falta señalar que los estudios del trabajo, desde mitad de la década pasada (2000-2010), han dado un giro temático y analítico que resalta la importancia de la problemática que sufre el trabajador individualizado. En estos trabajos, lo que importa es la subjetividad del trabajador, relegando la incidencia del comportamiento organizado en su accionar político; el trabajo de Pablo Morris responde a este enfoque (2002) “Transformaciones en el imaginario sindical: Una mirada de la ciudadanía laboral desde los sujetos.” Aportes al Debate Laboral Nº10. Se posiciona como tema relevante la “conflictividad socio-laboral” y la “heterogeneidad de intereses”, tanto para los sindicatos sub-contratados como contratitas. Entre los estudios que se destacan son los Jorge Salinero (2004) “La destrucción del sindicato: intolerancia a un derecho fundamental“. Serie Cuadernos de Investigación. Nº 20; (2006) “Veinte años de afiliación sindical y negociación colectiva en Chile: Problemas y desafíos.” Cuaderno de Investigación Nº29. Un interesante estudio estadístico es el de Alberto Armstrong y Rafael Aguilar (2006) “Evolución del conflicto laboral en Chile. 1961-2002.” Ediciones UC.
Destaca el trabajo realizado por la OIT, como agente que incide en las políticas públicas y en el imaginario teórico de la academia y del Estado. Este ha elevado el concepto de ciudadanía laboral como dimensión explicativa del trabajador contemporáneo, “la noción de ciudadanía laboral aparece como una búsqueda de mejorar la protección social de los trabajadores en el nuevo y volátil escenario mundial” (Morris, 2002: 13). Esta visión individualista choca con la categoría que ha posicionado la Confederación Sindical Internacional (CSI), el sindicalismo socio-político. Este, como define Ferés, “implica la creación de un sindicalismo democrático e internacional, cuyo ideario se expresa en el logro de un democracia integral o sociedad del trabajo, que asuma la representación del conjunto de los intereses de las y los trabajadores como ciudadanos, miembros de una sociedad, como asimismo sus condiciones y derechos en sus relaciones concretas de trabajo” (Febres, 2006:43). Las disputas entre lógicas globales que rigen el paradigma teórico de la OIT y las concepciones de las macro-confederaciones sindicales, han sido temas pocos estudiados. Cabría preguntarse cómo inciden las categorías mundiales, emanada de órganos globales, en la conceptualización nacional del trabajo.
Para finalizar, se destacan los nuevos aires que grupos de estudiantes universitarios han dado al estudio del sindicalismo contemporáneo. Ellos señalan, en sus diversos foros y charlas, las problemáticas ideológicas, la vinculación con el movimiento estudiantil y el rol político que han jugado los trabajadores en los últimos años. Un trabajo sintetizador de estas nuevas miradas es el de Orlando Caputo y Graciela Galarce (2006) La huelga en minera escondida y la reactivación del movimiento social en Chile, por OSAL-CLACSO. Cabe mencionar los interesantes debates que desarrollan el Taller de Historia Política –THP– de la Universidad de Valparaíso, el Grupo de Estudios Marxista –GEM– (Santiago), la Universidad Popular de Valparaíso –UPV– y, desde otro ámbito, la Fundación Sol (Santiago).
3. Retos y temas por abordar en el estudio del sindicalismo chileno actual
– Faltan trabajos que posicionen categorías y dimensiones contemporáneas en el estudio del comportamiento sindical; uso de los medios de comunicación, estrategias de comunicación y nuevas tecnologías.
– Estudios empíricos de cortes regionalistas, locales y micro-espaciales, que den cuenta de nuevas realidades y formas de organización política de los sindicatos. Y con esto dar importancia a los factores locales por sobre los factores nacionales que expliquen la capacidad movilizadora de los sindicatos, de esta manera explicar por qué en algunas regiones hay ciclos de conflictos constantes y en otras no, a pesar de ser afectados, por ejemplo, por el mismo código de trabajo (el de 1979).
– Estudios comparados de organizaciones sindicales. La importancia de estos estudios es la elaboración de tipología del comportamiento y organización, y por lo tanto, de tipos de Estado regional, sociedad civil y empresas.
– Estudiar las vinculaciones sociales y políticas que los sindicatos han tenido con los movimientos sociales y estudiantiles en los últimos años. Cómo se gestan esas vinculaciones, bajo qué estrategias y tipo de organización trabajan conjuntamente.
Bibliografía
– Abramo, Laís; Montero, Cecilia (2002) “Origen y evolución de la sociología del trabajo en América Latina”. En Enrique de la Garza (comp.) Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, Fondo de Cultura Económica, México. Comisión de movimientos laborales.
– Bayle, Paola (2008) “Emergencia académica en el Cono Sur. El programa de reubicación de los cientistas sociales.” En Iconos. Revista de Ciencias Sociales. FLACSO, sede Ecuador.
– Febres, Maria Ester (2006) Gobiernos progresistas y movimiento sindical. La experiencia chilena. Fundación Friederich. Ebert Stiftung. Santiago-Chile.
– Morris, Pablo (2002) “Transformaciones en el imaginario sindical: Una mirada de la ciudadanía laboral desde los sujetos.” Aportes al Debate Laboral Nº10. Departamento de Estudios. Dirección del Trabajo. Santiago.
– Trotskysta (2007) Gabriel Salazar. Contrapunto entre su programa político liberal-popular y las recientes luchas obreras en Chile. Una aproximación preliminar. En CEME, Centro de Estudio Miguel Enríquez, Santiago-Chile.
– Zapata, Francisco (1985) “Hacia una sociología del trabajo Latinoamericano”. En Sindicalismo Latinoamericano en los 80. Santiago, CL: CLACSO. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
—- (2000) “La historia del movimiento obrero en América Latina y sus formas de investigación” en Enrique de la Garza (Comp.) Tratado Latinoamericano de Sociología del Trabajo, Fondo de Cultura Económica, México. Comisión de movimientos laborales.