Los tiempos van cambiando sus espejos, sus compases, la calma ya no corre con la misma sinuosidad de antaño y pareciera que todo va mas rápido, incluso la lluvia cae mas presurosa sobre las deslavadas ventanas, moja más y mejor el tiempo y el alma, ahora ya no hay ropa que le ofrezca resistencia, ya no hay cuero que le niegue el calor de sus espaldas, el trabajo extraído, robado de las manos dueñas, constreñido por el hambre y silenciado por el miedo impuesto a fuego, opera tecnificado desligado de la cabeza, del corazón, del placer, del deseo y como acto mecánico se consume a si mismo pensándose solo y aislado, caminando siempre al borde de la muerte, tentando al filo de su guadaña.
Incapaz de realizar ya toda combustión, la vida transmuta en apatía e inunda la cocina, la pieza y el dormitorio, el cansancio, las jornadas extenuantes, el robo cotidiano del día y la sobrevida en la noche, cuando ya no se prepara la comida y se prefiere pagar, con las familias destruidas por el régimen de no verse en el privatizado privilegio de la luz solar, la abstracción enajenante y la misantropía de los mundos personales, los amores momentáneos, pasajeros, conflictuados, de parejas cansadas de tanto perder sus despertares en medio del cemento persiguen a los tiempos que van presurosos tras su mañana, con su caminar constante y sin pausas, sin preguntarle a nadie, los tiempos prometidos trotan, corren, pasan a buscar a la dignidad y la justicia que hasta ayer, se encontraba sorda, ciega, atada de pies y manos, durante siglos en el cuarto del olvido, esperando que las masas tomen su espada y rieguen con sangre los atropellos de siglos, ese futuro, a nuestra espalda transita con las manos abiertas, con pronunciados deseos de convidarnos a ese futuro compartido de almas hirvientes de deseos de morir por lo propio, incubamos la fe en nuestras manos, nos levantamos dispuestos a apostar lo único que nos pertenece, esta no es una causa, es nuestra historia y mientras nazcamos, la potencia de lo posible seguirá trancando el andar del privilegio hasta botarlo de bruces… mientras nazcamos, seguiremos siendo y que lo sepan…
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Pével Guíñez Nahuelñir, sociólogo.