Adiós al Payo Grondona, el más irreverente de los cantautores de la Nueva Canción Chilena había nacido en Valparaíso en 1945, en Playa Ancha, para ser más exacto, sus padres le pusieron Gonzalo; genial y divertido pero también profundamente comprometido con causas sociales, utopías míticas de izquierda y, por supuesto, con el gobierno de la Unidad Popular.
Sus inicios musicales fueron en grupos folklóricos allá por el comienzo de los años ’60, pero también le interesaba el rock, a quién no, en plena época de la explosión de la beatlemanía. De esos tiempos data su canción “La muerte de mi hermano”, coescrita con el también posterior periodista Orlando Muñoz, fallecido hace unos dos o tres años (¿será el mismo coautor, esta vez junto a Alsino Fuentes de “A la ronda, ronda”?, popularizada por Charo Cofré y que fue finalista en un Festival de Viña a comienzo de los años ’70). “La muerte de mi hermano” fue grabada en 1965 por el grupo de rock Los Mac’s, también porteños; esta canción, contaba el Payo, fue escrita a raíz de un intento de invasión a República Dominicana por parte de… (bingo, quién más) ¡los EE.UU.!
El Payo grabó dos álbumes o long plays, como se decía entonces cuando hacer un disco era la culminación de una primera etapa en la carrera de un músico, eso fue antes del golpe de estado y su posterior exilio en la RDA. Los discos en cuestión fueron “El Payo”, de 1970 y “Lo que son las cosas ¿no? El Payo vol. 2”, de 1971, ambos para la Discoteca del Cantar Popular, es decir, el sello Dicap. De ahí se destacan canciones tales como “Il Bosco”, “La conversada” (grabada junto a Isabel Parra), “Me diste mal la dirección”, “El golpe de estado” (proféticamente equivocada), “La Nelly y el Nelson”, “Elevar la producción también es revolución” (una cumbia sabrosona y contingente), “Los espero en Zapallar en mi Impala” (una sátira a la clase acomodada en ritmo de bossa, que hace alusión al exclusivo balneario y a un auto caro y de moda de entonces) o “No meteremos las manos, quizás los pies” (una autocrítica en forma de corrido mexicano).
“Il Bosco” fue el primer éxito del Payo y fue presentada en unos de los festivales que organizaba la Vicerrectoría de Comunicaciones de la U. Católica (oh paradoja) y que fue transmitido por Canal 13, creo que en 1970; el nombre de la canción alude a un restaurante o fuente de soda que estaba ubicado en la Alameda entre las calles Estado y San Antonio, más o menos en la mitad de la cuadra y casi al frente de la iglesia de San Francisco; esta fuente de soda era lugar de encuentro de la bohemia y la intelectualidad izquierdosa de la época, seguramente estando ahí mismo el Payo se inspiró para hacer su canción, observando a alguna pareja o en base a alguna aventurilla personal; se imaginaría el autor que en las calles París y Londres, barrio de hoteles parejeros y prostitutas, se instalaría pocos años después un cuartel de la CNI, en Londres 38 para mayor exactitud; seguramente las historias y las canciones hubiesen sido otras. Otro aspecto anecdótico es que las oficinas de la Dicap estaban en Londres 92, lo que refleja que esas callecitas supieron del transitar de músicos y artistas de la época, aparte de curaditos, parejas furtivas y las putitas ya mencionadas.
Cuando Gonzalo regresó a Chile, por ahí por 1983, retomó su carrera musical, cosa no fácil en esos tiempos, y regrabó algunas de sus antiguas canciones junto a otras más recientes, que salieron en una cassette del sello Alerce; los arreglos se los hizo Juan Cristóbal Meza, uno de los hijos de la conocida actriz Delfina Guzmán, gran y talentoso músico, pero que a mi juicio no dio con el carácter ni con el estilo que requería el trabajo del cantautor cronista.
El Payo también retomó algunas de sus canciones e hizo nuevas y recreadas versiones, como por ejemplo “La Nelly y el Nelson” en que desarrolla la vida e historia de sus personajes y los muestra después de algunos años, ya casados y con descendencia, o el caso de “Me diste mal la dirección” en que sacándole filo al lápiz y a la tecnología del siglo 21, y al fragor de su connotada irreverencia la transforma en “Me diste mal el celular”.
Tuve la suerte de conversar con él algunas veces por ahí por la segunda mitad de los ’80, cuando había regresado de su exilio en la RDA; nos topamos varias veces en el local que tenía mi amigo Juan Carlos Ferrero, también lamentablemente fallecido hace pocos años, a la entrada de la calle Lira; Juan Carlos vendía discos y libros usados y su local era también un lugar de encuentro en aquellos tiempos difíciles. El Payo comentaba, cagado de la risa, que andaba buscando pega (había estudiado periodismo en la U. de Chile, en su natal Valparaíso) y cuando llegaba a la parte en que había hecho un doctorado en comunicaciones en la Universidad Karl Marx en Berlín Oriental, hasta ahí no más llegaba la entrevista. En ese tiempo yo había escuchado por la mítica radio Umbral una de sus últimas canciones, “La circunvalación Américo Vespucio”, y le pedí que me pasara los acordes, entonces él, generosamente, me los anotó en un papelito.
En sus comienzos como m_úsico el Payo marcaba la diferencia porque cantaba acompañándose de un banjo, él decía, muy irónico, que se lo había regalado un yankee para que se quedara callado, a cambio del cobre; en una de las veces en que nos encontramos en aquella librería me comentó que en el exilio se había topado con algunos intérpretes de ese instrumento y ahí se había dado cuenta que él no tenía nada nuevo que ofrecer, entonces lo cambió definitivamente por la guitarra. A propósito del banjo, hoy día los gringos y las mineras transnacionales nos debieran pasar unos 17 millones de banjos, y así ¡SERÍAMOS TODOS CANUTOS!
Lo que sucedió estos últimos años ya es conocido y comentado en los medios en estos días de su fatal desenlace, el miércoles recién pasado; él seguía presentándose en pubs y locales nocturnos, especialmente de Valparaíso, esporádicamente en algún evento mayor o recital, solo o como parte de una parrilla de artistas, hasta que vino lo de su accidente vascular en 2012. Para finalizar me quedo con otro de sus aportes, en que con singular humor afirmaba que él se consideraba un hombre serio, no un tonto grave, que lo que tenía humor eran sus canciones y para reafirmarlo sostenía que características esenciales de nuestra idiosincracia eran el vino, las buenas tallas y las mujeres; y remataba diciendo que el vino en la mesa, las tallas en las canciones y las mujeres en la cama.
Milton Bustos G.
Santiago, 10 de enero de 2014
FUENTE: http://g80.cl/noticias/columna_completa.php?varid=19146